En esta tarde quiero recordar un documental del año 1985: "Será posible el sur", en donde Mercedes Sosa, con justo mérito, se convierte en la voz de Latinoamérica. Recuerdo que pude ver este documental cuando en Chile llegó la democracia, ya había conocido a mi mujer, la que sería más tarde la madre de mis hijos, me sentí conmovido, lloré en silencio en medio de la oscuridad que me brindaba el cine. Ocurría que la democracia que habíamos alcanzado era frágil, era más una esperanza que una institucionalidad fuerte y sólida. Sin embargo, creí en ella, tanto que me propuse formar una familia e integrarme a esta nueva sociedad como un ciudadano más, uno que quería aportar, ser alguien, ir en busca de la verdad, el amor y la justicia e intentar con toda la fuerza posible hacer una vida digna.
Es interesante el ejercicio de mirar hacia atrás, poniendo en el corazón de nuevo, las emociones, las ideas, las aspiraciones de veinte años atrás, cuando comenzábamos a vivir de nuevo en libertad y comparar esos mismos sentimientos e ideas con el momento actual. Hoy cuando tenemos un país que ha consolidado su democracia, cuando tenemos hijos grandes, que se integran como ciudadanos a un mundo nuevo, a un mundo que deja atrás la dictadura real y la que pudo ser. Cuando los ciudadanos de este país comienzan a soñar su país de nuevo, un país para el siglo XXI es conveniente reflexionar sobre lo que hemos hecho como personas y como sociedad para mejorarnos. ¿Podemos decir que nuestros sueños sociales se han cumplido? ¿Podemos decir que hemos luchado dando lo mejor de nosotros para que la pobreza y la injusticia desaparezca de esta tierra?... son preguntas serias, las respuestas a éstas no son fáciles, porque la pobreza no ha desaparecido y la injusticia hoy presenta caras nuevas. Afortunadamente, la justicia y la obligación de luchar contra la pobreza no es sólo tarea de los partidos de los trabajadores sino también de los partidos de la derecha chilena.
Creo firmemente que la ofrenda que hicieron todas y todos los que lucharon contra la dictadura, a favor de la democracia y los derechos humanos, una ofrenda de amor, han conmovido al conjunto de la sociedad chilena, haciendo que estos valores sean transversales. Hoy, el desafío de llevar a este país al desarrollo, a la paz social y a la justicia, le corresponde a un gobierno de derecha, a un grupo de personas que representan en la actualidad a más del cincuenta por ciento de la población. Tienen una vara alta, la falleciente Concertación de Partidos por la Democracia, hizo mucho por generar condiciones sociales que permitieran equilibrar la distribución inequitativa del ingreso y la diferencia de oprotunidades en el ámbito de la educación y la salud, pero a estas alturas queda claro que no fue suficiente. Además, la riqueza que ofrece el poder obnubiló a muchas y muchos de nuestros compañeros tanto que olvidaron que el pueblo fue quien los eligió mayoritariamente para que nos llevaran a un nuevo tiempo en donde nuestros sueños se hicieran realidad.
Hoy tenemos una única oportunidad, la de trabajar por un bien superior, la mejoría del país, la generación de oportunidades para todos. Esto no significa abandonar a nuestras familias, ni nuestras convicciones políticas, ni a nuestros amigos de toda la vida, significa que la vida nos da una nueva oportunidad para hermanarnos. No cabe duda que esto es todo un desafío, ¿cómo aceptar a otro que no piensa como yo y que además desde siempre ha sido mi adversario?. Hoy , precisamente, es cuando debemos demostrarnos a nosotros mismos que sí somos diferentes, que practicamos la toleracía, que creemos en la humanidad porque estamos dispuestos a creer en el otro y a respetar la voz del pueblo. Hoy es el momento de ser humildes, de aprender a ser oposición para un día volver a gobernar con gente nueva y más sabia. Somos una sola nación y no un archipiélago de islitas arrogantes, este pueblo es nuestra familia y nuestro ser, todos somos parte de él y de esta tierra que nos vio nacer.
Es interesante el ejercicio de mirar hacia atrás, poniendo en el corazón de nuevo, las emociones, las ideas, las aspiraciones de veinte años atrás, cuando comenzábamos a vivir de nuevo en libertad y comparar esos mismos sentimientos e ideas con el momento actual. Hoy cuando tenemos un país que ha consolidado su democracia, cuando tenemos hijos grandes, que se integran como ciudadanos a un mundo nuevo, a un mundo que deja atrás la dictadura real y la que pudo ser. Cuando los ciudadanos de este país comienzan a soñar su país de nuevo, un país para el siglo XXI es conveniente reflexionar sobre lo que hemos hecho como personas y como sociedad para mejorarnos. ¿Podemos decir que nuestros sueños sociales se han cumplido? ¿Podemos decir que hemos luchado dando lo mejor de nosotros para que la pobreza y la injusticia desaparezca de esta tierra?... son preguntas serias, las respuestas a éstas no son fáciles, porque la pobreza no ha desaparecido y la injusticia hoy presenta caras nuevas. Afortunadamente, la justicia y la obligación de luchar contra la pobreza no es sólo tarea de los partidos de los trabajadores sino también de los partidos de la derecha chilena.
Creo firmemente que la ofrenda que hicieron todas y todos los que lucharon contra la dictadura, a favor de la democracia y los derechos humanos, una ofrenda de amor, han conmovido al conjunto de la sociedad chilena, haciendo que estos valores sean transversales. Hoy, el desafío de llevar a este país al desarrollo, a la paz social y a la justicia, le corresponde a un gobierno de derecha, a un grupo de personas que representan en la actualidad a más del cincuenta por ciento de la población. Tienen una vara alta, la falleciente Concertación de Partidos por la Democracia, hizo mucho por generar condiciones sociales que permitieran equilibrar la distribución inequitativa del ingreso y la diferencia de oprotunidades en el ámbito de la educación y la salud, pero a estas alturas queda claro que no fue suficiente. Además, la riqueza que ofrece el poder obnubiló a muchas y muchos de nuestros compañeros tanto que olvidaron que el pueblo fue quien los eligió mayoritariamente para que nos llevaran a un nuevo tiempo en donde nuestros sueños se hicieran realidad.
Hoy tenemos una única oportunidad, la de trabajar por un bien superior, la mejoría del país, la generación de oportunidades para todos. Esto no significa abandonar a nuestras familias, ni nuestras convicciones políticas, ni a nuestros amigos de toda la vida, significa que la vida nos da una nueva oportunidad para hermanarnos. No cabe duda que esto es todo un desafío, ¿cómo aceptar a otro que no piensa como yo y que además desde siempre ha sido mi adversario?. Hoy , precisamente, es cuando debemos demostrarnos a nosotros mismos que sí somos diferentes, que practicamos la toleracía, que creemos en la humanidad porque estamos dispuestos a creer en el otro y a respetar la voz del pueblo. Hoy es el momento de ser humildes, de aprender a ser oposición para un día volver a gobernar con gente nueva y más sabia. Somos una sola nación y no un archipiélago de islitas arrogantes, este pueblo es nuestra familia y nuestro ser, todos somos parte de él y de esta tierra que nos vio nacer.