jueves, septiembre 16, 2010

Un Foro del Libro y la Lectura para Chile por Julio-César Ibarra

Julio César Ibarra y Mempo Giardinelli en el Fogón del Arriero, ciudad de Resistencia, El Chaco, Argentina, 15° Foro del Libro y la Lectura



He asistido a las dos últimas versiones del Foro del Libro y la Lectura, organizado por la Fundación Mempo Giardinelli, y ambos han sido dos momentos iluminadores para entender qué es lo que pasa en la Argentina y en la América Latina con respecto a la promoción del acto de leer y qué es necesario hacer en Chile para promover la lectura entre los niños y los jóvenes.

La primera percepción, a veces define un encuentro para toda la vida. El Chaco, es un lugar cálido, más aún con la presencia de Mempo, de Natalia, de Adela y toda la gente que hace posible el foro, donde se encuentran desde hace quince años escritores, libreros, intelectuales, funcionarios de los distintos ministerios de educación, periodistas, docentes y bibliotecarias de todos los países iberoamericanos que son parte de la red de amigos de la Fundación (FMG). La ciudad de Resistencia, está al centro de El Chaco, ya en el aeropuerto uno descubre algo distinto y ello son las estatuas. Sí, en Resistencia hay muchas estatuas y hay a lo menos dos librerías importantes, la Librería de La Paz y la Librería Yenny, ambas atestadas de buena literatura, a precios bastante más módicos que en nuestro país, debido a que en la Argentina no libros no tienen que pagar el IVA, que en el caso de nuestro país hace que la buena literatura sólo sea para la élite.

En este lugar llama la atención el cariño y la generosidad con que los intelectuales se entregan al público que asiste al Domo del Bicentenario, un gimnasio enorme, en donde caben tres mil personas que asisten durante cuatro días a escuchar y presenciar este acto de amor a la lectura. Seguramente, para cada uno de estas y estos intelectuales y escritores es un desafío enfrentar a tanta gente para contarles un cuento o transmitir lo que ha sido para ellos la esencia de la vida: la lectura y el acto de escribir.

Y lo más importante, lo que más destaca en todas partes en los días del foro, es la libertad de expresión y de pensamiento, la gente dice lo que piensa o pregunta lo que cree pertinente preguntar. Se oye hablar el castellano en una sinfonía de voces distintas, como un corazón que late a ritmos distintos, mas todos con la misma fuerza.

Podríamos decir que el foro es la puerta de entrada a la literatura iberoamericana actual y en movimiento, si estuviera vivo Julio Cortázar no dudo que estaría presente como uno de los íconos de la generación que conquistó con su literatura al mundo, gracias al cielo, todavía está con nosotros Mempo Giardinelli con su Revolución en Bicicleta y sus amigos, entre los cuales conocí a Gustavo Roldán, que ha creado personajes tan importantes que han enseñado a los niños y niñas del Chaco y de toda la Argentina la importancia de tener un corazón valiente. Otro querido amigo es Orlando Van Bredam, al cual le conté, la última vez que nos vimos, que unas horas antes de que ocurriera el terremoto del 27 de febrero en Chile, había terminado recién de leer su novela “Teoría del Desamparo” y nos reímos juntos porque se me ocurrió decirle que él tuvo la culpa del tremendo movimiento de tierra que hubo dado el título que le dio a su novela, por supuesto que es una broma. Las historias y los argumentos de Resistencia suenan tan fuertes que retumban aún al pasar los días y los años en el pensamiento y en los corazones de los que asistimos al foro, y debe ser porque ellas y ellos nacen de la vida cotidiana, en las ciudades urbanas y en los campos de este gran continente, el foro ha logrado convertirse en el lugar de peregrinación de los escritores y los intelectuales que todavía tienen en su corazón sed de libertad, de amor y de justicia.

Otro aspecto muy importante, es la presencia inmensa de las escritoras y poetas en el foro. Las escritoras argentinas recogen y continúan la mejor tradición de los mejores relatos de la América Latina. Elsa Osorio, Liliana Bodoc, Eugenia Almeyda están entre las mejores plumas que uno puede imaginar. En la literatura infantil hay grandes figuras Laura Devetach, María Cristina Ramos, Verónica Sukaczer, Margarita Eggers Lan y Graciela Bialet, cada una de ellas con una gran producción a su haber.

Cuando uno participa en este foro y escucha a los protagonistas del mismo se pone a pensar ¿Por qué no ocurre lo mismo en mi país? ¿Acaso la Argentina tiene el privilegio de haber construido un pedazo del paraíso que necesitamos en la tierra para la libertad del pensamiento y para que las millones de historias que circulan por el mundo puedan tener la posibilidad de abrir puertas o mostrarse a otros mundos?

La respuesta no es simple para nosotros los chilenos y las chilenas. Todos y todas sabemos que somos unas islas dentro de un gran archipiélago, que mirado desde el espacio sideral se ve como un territorio largo y hermoso, dotado de fronteras naturales que le dan una configuración única en todo el planeta, pero si acercamos la mirada encontraremos un sinnúmero de habitantes que viven en islas, islitas e islotes , todos muy orgullosos de su progenie y de sus ancestros, sean cuales fueren, acostumbrados a odiarse a sí mismos y no querer a los demás por su falta de perfección. Los intelectuales en Chile quieren ser perfectos, por eso la mejor manera de lograrlo es formándose en el extranjero, en Londres, Boston, Bruselas, Berlín o Paris, por eso nuestros escritores más reconocidos han publicado en ciudades tan distantes como San Francisco, Girón, Frankfurt, Madrid, Ciudad de México o Barcelona. Fue el caso de Gabriela Mistral, cuya primera obra Desolación, aparece en Nueva York en 1922 publicada por el Instituto de Las Españas, a iniciativa de su director Federico de Onís.

Chile desconfía de los intelectuales hechos en casa o de los escritores que no hablan otros idiomas. Chile tiene miedo de sí mismo, de los jóvenes que hoy acceden a la educación y exigen educación de calidad, así como exigen también literatura de calidad y pensamiento de calidad, ocurre que los intelectuales renombrados que tenemos ya no tienen nada que decir, porque el programa que estudiaron en el extranjero ya lo aplicaron y tuvieron los resultados esperados; es decir, tuvieron un sueño y el sueño se cumplió. El punto de inflexión está en que los millones de niños y niñas que educamos necesitan un presente y un futuro que imaginar, un sueño en el cual se sientan parte importante, protagonistas, hacedores, fundadores y aunque queramos no los podemos enviar a todos a Europa ni a los Estados Unidos, porque ellos y ellas son de esta tierra, de este suelo y aquí están enraizados.

Necesitamos un foro del libro y la lectura en Chile, necesitamos abrir las jaulas de los colegios para que los niños y niñas, para que los jóvenes vuelen como pájaros o como ángeles o que simplemente corran como niños felices en un día de fiesta. Necesitamos hombres y mujeres adultos que se sientan orgullosos de sus vidas y de sus historias, necesitamos de las microhistorias, de las minificciones, de los minipoemas, de los miniteatros, porque si juntamos muchas de ellas tendremos una historia inmensa para contar.

Necesitamos que los escritores y escritoras vayan a los colegios a leer sus textos a los jóvenes y a conversar con ellos para que éstos puedan preguntar, cuestionar a sus personajes, adentrarse en la arquitectura de sus historias, necesitamos que los poetas lean sus poemas en las aulas y en las radios para que la gente conozca sus voces y las sientan suyas y para que sus poemas se adentren en la tierra o en los departamentos de las ciudades para acompañar a quien más lo necesita, porque la poesía es para eso para acompañar, para que nadie se sienta solo.

Necesitamos que los viejos, nuestros adultos mayores, les cuenten cuentos a los niños y niñas más pequeños para que ellos descubran que había un mundo antes que ellos llegaran a esta tierra. Necesitamos que los hombres y mujeres de esta tierra nos perdonemos por no ser perfectos, por no haber nacido en cuna de oro, por no ser tan inteligentes, por no ser tan buenos comerciantes, por no ser tan valientes, por no ser tan lindos como pensábamos que éramos. Somos como somos y nuestra literatura es como es. Un día nuestros libros serán la historia, en donde nuestros descendientes buscarán a sus antepasados y lo que encontrarán serán hombres y mujeres de carne y hueso, que en la cama y a escondidas hacían el amor y también tenían sexo a destajo, que junto a la mesa comían, rezaban, se rían y en días de fiesta bailaban, y en tiempos de dictadura cantaban canciones prohibidas y guardaban en sus casas diarios y panfletos prohibidos como una forma de rebelarse frente a la injusticia y la tiranía.

La familia chilena tiene hijos de todos los colores que existen, a través de los años nos hemos liado a todas las familias de este planeta, por lo que nuestra historia es una cadena de historias tanto de heroísmos como de mezquindades, en donde la historia del inglés rico que fundó el principal periódico del país, se mezcla con la del terrorista que secuestró a su biznieto, porque sus historias están ligadas por la sangre derramada y por el sudor con que cada familia ha hecho florecer esta bendita tierra en que vivimos. Por eso necesitamos un foro en Chile, para que el pueblo se reconozca a sí mismo y para que los demás pueblos sepan cómo somos nosotros los chilenos. Es más necesitamos un foro en cada comuna, para que los niños, los jóvenes y los viejos sientan que son parte de algo más grande que sus vidas, sientan que son parte de un país que los quiere y los valora por lo que son, lo que serán y lo que han sido.

Hay que invitar a los intelectuales y a las y los escritores a poner los pies en el barro y en el mar, tenemos que plantarnos en algún lugar y como árboles crecer junto con la gente que allí vive, que allí trabaja, que allí forja su destino, el cielo es para los que trabajar para llegar a él, no para los sinvergüenzas que creen que hay tomarlo por asalto como si fuera el botín para los fascinerosos, el cielo es de todo aquel que quiera alcanzarlo porque es azul, porque es infinito, porque depende del acto de libre albedrío de cada uno.

martes, septiembre 14, 2010

"Los 33 mineros de Chile" por Julio-César Ibarra




Hace pocas semanas estuvimos con mi amiga Gabriela Aguilera en el 15° Foro del Libro y la Lectura en El Chaco, Argentina, cuando veníamos ya de regreso a Chile y estábamos esperando en Aeroparque, Buenos Aires, embarcarnos hacia Santiago, Gabriela se comunicó con alguien en Chile, quien le dijo que en ese preciso momento en la TV chilena estaban anunciando que habían encontrado con vida a los 33 mineros que luego de 17 días yacían perdidos bajo toneladas de material. A Gabriela y a mí la emoción nos embargó y las lágrimas calleron solas, libres, frescas, agradecidas de que estos hombres estuvieran vivos y con la esperanza viva de rescatarlos desde el fondo de la tierra. Luego, Fox Sport suspendió el partido de fútbol que estaba transmitiendo para mostrar las primeras imágenes de los mineros que recorrieron el mundo, a nadie más a que nosotros dos nos llamó la atención, los demás turistas eran brasileños o de cualquier otra nacionalidad y los trabajadores argentinos estaban ocupados en sus trabajos cotidianos, parecía increíble que a nadie más que a estos dos chilenos les importara la suerte de los mineros.

Pero así es la vida, a los chilenos nos importan los chilenos en cualquier parte del mundo en donde estemos. Porque somos parte de este pequeño país, de apenas 17 millones de habitantes. Cuando me acuerdo todavía me emociono, qué hombres más valientes estos mineros, sin duda es un historia épica, digna del bicentenario.

Sin embargo, la pregunta más importante es ¿por qué estos 33 mineros están ahí? ¿cómo es posible que los mineros en el siglo XXI se vean expuestos a este tipo de riesgos sin que nadie se haga cargo de nada?

Quizás sin la TV estas escenas nunca hubiesen sido vistas por todo el país, como los tristes y lamentables saqueos ocurridos post terremoto en las zonas más afectadas. La televisión nos ayuda a mirar, pero nos ayuda a ver?

Qué vemos los chilenos en los 33 mineros, qué sentimos cuando volvemos a ver las escenas del último terremoto? Qué vemos cuando la cámara recorre el país y llega hasta Copiapó, Tierra Amarilla o Combarbalá, cómo nos vemos los chilenos en el bicentenario?

A mí me parece que hay que recordar a una figura como Nemesio Antúnez que dirigió hace ya muchos años un gran programa que se llamó "Ojo con el Arte", a través del cual este viejo querido enseñaba a los espectadores no sólo a mirar sino también a ver lo que hay de profundo en la obra artística. Así tenemos que educarnos para ver lo que hay en el corazón de los chilenos y chilenas. En mi propia experiencia, ese corazón está lleno de sueños, muchos de ellos marcados por la necesidad: la necesidad de una casa propia, la necesidad de una escuela, la necesidad de una iglesa que acoja, la necesidad de un trabajo remunerado, la necesidad de una familia, la necesidad de ser parte de un país del cual sentirse orgulloso.

Nuestras realidades en cambio han sido más concretas que los sueños, según algunos doctores en sociología, Chile es un país con gente resentida porque no han participado en las decisiciones importantes, otros creen que la mayoría rechaza el capitalismo feroz y hay quienes creen que la "raza es la mala", es este cruce entre indio y bandido español lo que causa semejante reacción.

En fin, hay muchas visiones sociológicas al respecto, pero el punto es que la mayoría de la gente de Concepción no participó en los saqueos del 27 de febrero, la verdad es que la mayoría de las familias afectadas han recibido una mediagua para guarecerse del frío y de la lluvia a la espera de una nueva vivienda definitiva, la verdad es que los mineros están vivos y las autoridades públicas y privadas están haciendo un tremendo esfuerzo por rescatarlos desde el fondo de la mina sanos y salvos, la verdad es que los chilenos nos preocupamos por los chilenos y eso, a mi modo de ver, se llama solidaridad, se llama compañerismo, se llama ser parte de una nación.

Un sector de nuestra sociedad, entre los cuales se cuentan nuestros intelectuales progresistas, los mismos que firmaron los tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y otros más, a su vez nos hacen creer que el mundo tiene los ojos puestos en nosotros, que somos los niños aplicados de la América Latina, eso puede ser cierto en los bancos internacionales y en la banca, pero a esos funcionarios no les interesan los pobladores sin casa, ni los pescadores sin botes ni herramientas de trabajo, ni 33 mineros secuestrados por la Mina San José en su vientre, a ellos les interesan los números, fríos y calculadores, los indicadores macroeconómicos. Por eso valoro inmensamente el trabajo de los muchachos y muchachas de Un Techo para Chile que, silenciosamente, han trabajado arduamente para cumplir con su tarea de brindar techo a los desamparados en estos meses de invierno, mi admiración por ellos es grande, por eso valoro a los políticos que se han comprometido con sus pueblos y ciudades ayudándolos a reorganizarse y a enseñándoles la esperanza que todo Chile tiene para ellos, por eso valoro a las autoridades de gobierno que han trabajado codo a codo con la gente para salir adelante, por eso valoro la altura de espíritu de muchos compatriotas que han entendido que la situación del país en este momento demanda un esfuerzo transversal, ya tendremos tiempo para definir más aún nuestras posturas políticas y luchar para que uno de las dos visiones imponga su liderazgo sobre la sociedad chilena.

Hoy es momento de llorar de alegría porque los 33 mineros, símbolos del pueblo de Chile, están vivos y con la esperanza de retomar sus vidas, es momento de agradecer a todos los jóvenes que han trabajo con coraje y entereza para dar techo y abrigo a miles de familias que perdieron sus viviendas debido al terremoto del 27 de febrero. Hay muchas vidas que se han salvado en nuestro país gracias al apoyo generoso de otros chilenos y chilenas que animados por un corazón valiente y una organización eficiente nos muestran el camino a seguir para los próximos cien años.