martes, mayo 26, 2015

Oración por Rodrigo Avilés Bravo: herido por carabineros el 21 de mayo.

Oración por Rodrigo y Félix


Vicente Parrini Roses

Hace un par de años, jugando una pichanga, en ese entonces un rito ineludible de todos los miércoles a las 9 de la noche en una cancha de El Aguilucho con Holanda, mi amigo Félix Avilés sufrió una lesión que lo obligó a salir del juego y, según supimos con tristeza después, dada la gravedad del accidente, a colgar los botines para siempre. Creo que todos lamentamos su ausencia y también la de su hijo Rodrigo que se sumaba a veces a los partidos. Mientras jugamos juntos pude disfrutar de su buen humor y también de su calidad humana. En varias ocasiones, cuando por frío o lluvia no pude llegar hasta la cancha en bicicleta, Félix me ofreció encaminarme en su auto. Al final terminaba llevándome hasta el barrio Brasil para después devolverse hasta Ñuñoa. Un pique considerable, que yo trataba de reducirlo, diciéndole que me dejara en algún paradero para tomar el Transantiago, pero que él insistía en recorrer completo, para cumplir con su deseo de dejar al amigo Parrini en la puerta de su departamento. En un par de oportunidades lo acompañó Rodrigo. En el trayecto me contó que estudiaba letras y se refirió a su amor por la literatura, a sus compromisos y a sus proyectos sencillos (tan sencillos y buenos como el corazón del padre y del hijo).

Hoy me encaminé cojeando como veterano de guerra (me lesioné un menisco en otra pichanga, ahora de los viernes, porque me resisto a dejar las pistas como lo tuvo que hacer Félix) hasta la iglesia de los Capuchinos en Cumming con Catedral, a unas cuadras de mi refugio. Me encontré por casualidad con que se estaba celebrando la misa del Pentecostés. La iglesia estaba atiborrada de gente del barrio, de inmigrantes, de ancianos, de gente modesta que cantaba los himnos con entusiasmo y veneración. Sentado en una de sus sólidas bancas de madera, oré por mi madre que fue velada allí el 15 de agosto pasado y a quien extraño demasiado. También oré por Félix y por Rodrigo. Pedí por la recuperación del hijo y porque la serena firmeza del padre se mantenga durante la vigilia. Me puse en su lugar y me recorrió un escalofrío. Me dio pena, mucha pena, una tristeza pavorosa de que tengamos que volver a revivir estos dolores. Quise escribir estas palabras para que Rodrigo y Félix sepan que estoy junto a ellos y anunciarles que ya nos reuniremos de nuevo en la esquina de algún barrio a jugar a la pelota como cuando éramos niños.


2 comentarios:

Oriana Cid Clavero dijo...

Señor Ibarra: le escribo dos palabras en nombre de todos quienes fuimos profesores y profesoras del Rodro en el Liceo Manuel de Salas.Ver nuevamente en las imágenes públicas su rostro joven y bello ahora ausente y dormido; sus ojos transparentes y siempre algo melancólicos ahora cerrados y lejanos; su postura de animal natural que le teme al fuego, a la injusticia, a la perversidad y a la mentira institucional que defiende un sistema de gobierno que solo se representa a sí mismo, ahora derrotada en el frío y en la humedad de una calle cualquiera, ha sido un golpe al corazón de nuestra comunidad educativa. Un ataque dado por un puño artero, despreciable, indigno y cobarde, protegido por el siniestro metal del poderoso.
Hemos leído con horror, con miedo y con dolor los sucios comentarios que muchos entes, zombies sociales y espectros semi humanos vienen formulando desde el momento mismo de su brutal caída. Estaban esperando a la próxima víctima y gozando de antemano el placer obsceno de la venganza de quien no puede decir ni hacer libremente y de día, pero sí maquinar desde una guarida, en la sombra maloliente de un tanque, de un carro policial, de un cuartel o de un ministerio.
Quienes conocemos a Rodrigo y compartimos con él sus días de párvulo, de niño, adolescente y joven, sabemos que su ser esencial no se contaminará con esa basura repugnante. Sabemos que por encima del desgarro, de la sangre, de la danza simulada de la muerte y el suspiro de la vida, está él y las mujeres y hombres a quienes ama y lo aman. Están sus causas, sus razones y desaciertos; sus anhelos propios y los repetidos; sus genialidades y sus necedades, su cabeza rota y su alma íntegra. Por encima de la sucia palabra asesina, está Rodrigo en sosiego y en silencio, haciendo lo que aquellos vociferantes no han podido lograr ni con las armas, ni con la relamida democracia ni las leyes con dedicatoria ni la aplicación de la justicia en la medida de lo posible. Ha convocado el amor, el respeto, la hermandad, la dedicación, la solidaridad. Y esas perlas no son para los chanchos.
No sabemos qué ocurrirá; solo estamos velando para que la existencia se ponga a favor de Rodrigo y hasta él llegue la fuerza, el cariño, el apoyo y el respaldo de cientos de miles de chilenos y extranjeros.

Julio-César Ibarra dijo...

Oriana, yo también siento lo que le ha ocurrido a Rodrigo. Conozco a sus padres, hace más de 30 años, desde la universidad. Donde los procedimientos policiales eran los mismos. Es imperioso, que las fuerzas especiales de Carabineros de Chile revisen sus protocolos de formación de oficiales y de los funcionarios. Hoy día, los carabineros deben ser los primeros ciudadanos en respetar los derechos humanos de las personas. Por otro lado, me imagino que el carabinero que causó esta tragedia, también es un ser humano que al observar tanta tristeza, debe sentir dolor por la acción cometida. Si es así, quiero perdonar su actitud, más no olvidar. Creo que Rodrigo así lo querría.
Un abrazo para ti y toda la comunidad del colegio Manuel de Salas.