viernes, agosto 11, 2017



"A la sombra de la Montaña", de Julio César Ibarra
Por Gastón Soublette
Nos hallamos aquí reunidos para el lanzamiento de un libro escrito por un muy querido amigo nuestro. También para acompañarlo en su ausencia.
La situación que todos vivimos frente a él y la que él vive respecto de quienes estamos aquí reunidos por él, es dolorosa y también misteriosa.
Quienes han conocido a Julio César Ibarra como un hombre de corazón grande, de inagotable vitalidad, de gran talento poético y coraje, hasta el punto de querer dar su vida como testimonio de una noble causa, no entendemos por qué no puede estar aquí ahora con nosotros,  y nos preguntamos ¿qué le faltaba a su ser para ser como debía ser, ya que el destino lo ha sometido a una prueba tan dura? Ese hecho es la causa de nuestro dolor y a la vez de nuestra perplejidad frente a lo inexplicable.
Él dice ahora que es un hombre de Dios. Y a modo de advertencia de una cierta reciprocidad de nuestra parte, en el sentido de que le demostremos que en nuestra relación con él debemos partir de esa base para definir a su persona.
Varios le hemos dicho que siempre para nosotros él fue un hombre de Dios, y él responde que si siempre hizo profesión de fe ante sus amigos más íntimos, no podía antes afirmar con tanta seguridad lo que ahora afirma acerca de sí mismo.
¿Le han cerrado una puerta, pregunto, a través de la cual él transitaba antes tan seguro, y eso para abrirle otra puerta que él creía haber cruzado, sin que eso fuera tan real como llegó a creerlo?
Hacia dónde se dirige ahora la fuerza, el coraje, la poética de vida, las ansias de vivir de este hombre, que aún antes de esta dura prueba ya parecía que su capacidad, su movilidad, su creatividad constituían un marco estrecho para sus ansias de vivir en una dimensión superior a lo que entendemos por vivir?
Conocí a Julio César un día cualquiera a principio de la década de los años 80 del siglo pasado. Decirlo así suena como algo muy distante, aunque a mí me parece como sí hubiese sido ayer. En medio del desorden de las manifestaciones contra la dictadura militar en los patios del Campus Oriente de la Universidad Católica, él se acercó a mí como un perfecto desconocido y me dijo: Profesor ¿en qué mundo estamos viviendo? Frase que adopté y que desde ese día comencé a repetir frente a otros hasta hoy, como si hubiese estado esperándola para desahogar mi angustia, la misma con que Julio César me la espetó al rostro. Desde ese día nos seguimos la pista mutuamente y nuestra relación de amistad se volvió un hilo continuo hasta hoy.
Nuestra diferencia de edad es bastante grande. No digo siquiera que soy un hombre mayor, sino que soy decididamente un anciano, el cual, sin embargo, puede reconocer como amigos de intimidad a otros que por su edad pudieran ser sus hijos. Eso para explicar que con Julio César tenemos caminos y asuntos muy diferentes en la forma al menos, que absorben nuestra existencia, pero no faltan las ocasiones para sucesivos y felices reencuentros y entonces ocurre lo que siempre ha ocurrido cuando con otros se han compartido cosas grandes que atañen al sentido de la vida, quiero decir que en esas ocasiones el tiempo no pasa. Nuestra calidad de antiguos combatiente contra la dictadura es siempre un telón de fondo, porque fue el escenario de nuestra lucha codo a codo, de nuestro entendimiento, complicidad y sobre todo de nuestra exacerbada creatividad. El esfuerzo por superar la situación infernal en que el país se hallaba, y en el ámbito de nuestro día a día, como alumnos y profesores de una universidad que el dictador manipulaba a su antojo, eso nos hizo ir más allá de nuestros límites psíquicos y aún físicos. Nos volvimos al parecer inagotables: él a los 24 años y yo a los 54. Él ayunó 38 días y sobrevivió.
La opción de dejarse morir de hambre del grupo de protesta que él integró a causa de la expulsión de los alumnos que se tomaron el Instituto de Filosofía fue para mí una tragedia que me superó por entero. Otros se limitaban a recibir información del estado de los ayunantes…
En lo que a mí concierne, yo sencillamente no podía permitir que eso ocurriera, y me jugué entero, exponiéndome a una expulsión. Recuerdo esa tarde en que visité a Julio César y él me dijo que no viniera más, porque él ya se había despedido de su familia y amigos más íntimos. Nos abrazamos y casi me desvanecí al salir por la puerta. Entonces me hallé frente a frente a Edgardo Busquets y él al verme así me abrazó sin decir palabra y me miró con cara de pregunta. Fue entonces que el cielo me iluminó y le dije: Si el ayuno lo tomamos nosotros, ustedes podrían deponer su actitud. Lo pensó un momento… Parece que eso no se le había ocurrido y luego me dijo: trecientos que ayunen una semana, eso podría ser. Corrí al Campus Oriente y aprovechando que el patio central estaba repleto de gente, me paré sobre un banco y comencé a llamarlos a todos a gritos. Al cabo de unas horas teníamos las 300 firmas de los que se comprometían a realizar un ayuno público de una semana.
Por eso Julio César me ha dicho siempre algo que me halaga mucho: Gastón me salvaste la vida. Y cuento esto con detalles para que aprecien ustedes que los lazos que me unen a él son indestructibles y su recuerdo está en mí como siempre como algo luminoso que apunta al sentido de la vida, pues no es otro el alcance de su pregunta ¿Profesor, en qué mundo estamos viviendo?
Pregunta que no se agota en la dictadura militar y que sigue vigente, quizás ahora más que antes, porque desde entonces hasta hoy, muchas cosas que creíamos sólidas e inconmovibles se han desintegrado enfrentándonos al sentido más profundo de lo que nuestro poeta quiso preguntar entonces.
Yo le seguí la pista a este hombre y celebré todas sus realizaciones como productos de un  ser de inagotable talento y generosidad. Su etapa del Partido Mágico del Pueblo, cuando todos lo denominábamos EL MÁGICO. Su etapa de Poder Popular, la etapa de los combates con recitaciones poéticas desde las trincheras callejeras; su etapa en que él anunció que había encontrado a Jesucristo. La etapa en que terminó su gran memorial heroico lo llamaría yo, y que él llamó La Montaña. La etapa de su desvarío mental por exceso de reflexión y de identificación con los problemas graves de la modernidad, porque la frágil naturaleza humana no puede echarse encima todos los problemas del mundo, como si fueran de su responsabilidad solucionarlos, sin caer en el peligroso abismo de las ideas sobredimensionadas.
Julio César se tranquilizó al fin y llegó a ser una autoridad en materias educacionales. Tal es la etapa madura de su vida, como profesional, esposo, padre, no sin antes haber pasado por momentos difíciles con algunos de sus amigos que no pudieron seguirlo a veces por el camino de la desmesura anterior. Algunos tenemos en nuestra reserva de recuerdos más de un encontrón con él, que puso a prueba nuestros ideales de paz, mesura y respeto, porque los más pacíficos entre nosotros en ciertas ocasiones perdimos la paciencia y lo perseguimos espetándole una ametralladora de garabatos de los más potentes de nuestra tradición oral.
Llegué a creer que no lo vería más, pero él me escribió diciéndome que solo ahora había llegado a saber que yo había escrito una carta a El Mercurio informando sobre los ideales del movimiento llamado Poder Popular en que él militaba y que lo había mencionado como uno de sus más connotados miembros y que por eso él quería reanudar relaciones de amistad conmigo.
Nos reencontramos en Las Lanzas de la plaza Ñuñoa y ni siquiera hicimos mención de nuestro desencuentro anterior y todo volvió a ser como antes, hasta hoy. Su madurez lo hizo ganar en discreción. Ahora no es él de esos que siempre dicen lo que se antoja, pues parece conocer el antiguo refrán que dice Quien siempre dice lo que se antoja, pronto oirá lo que le enoja. Y de esos enojos ya tuvimos bastante.

Como bien dice Gabriela Aguilera quien redactó el texto de la contratapa del libro que hoy presentamos, esta obra se mueve entre dos polaridades, inevitables en un hombre de tan poderosa y compleja interioridad, por una parte, y de tantas inquietudes y proyecciones hacia el mundo de los demás hombres, las instituciones, las glorias y las desgracias de esta humanidad moderna. Pero antes que nada atengámonos al autorretrato con que el autor quiso encabezar su libro. Ahí él se define como una montaña, pero no en el sentido de atribuirse esta comparación a modo de un símbolo de grandeza, sino como el poema lo explica, como una espalda que soporta la cielo, un cielo que salva y que condena a la vez, un cielo como destino que desciende sobre los hombres y que no carece de rasgos terribles, al punto de emplear, junto a los calificativos luminosos y propicios, lo demoníaco y mentiroso. Parece que Julio César Ibarra se sitúa aquí en la misma posición del viejo chino Lao Tse, que afirma que el cielo no tiene humanidad porque trata a los hombres como perros de paja,  refiriéndose a las adversidades que caen sobre tantos y que los aniquila sin que sepamos por qué.
El autor se define también como un hombre inserto en el tiempo y no libre de las cargas del ayer y de las proyecciones y espejismos del mañana, del mundo y de sí mismo, que lo urgen a actuar siempre como combatiente, como si estuviese condenado desde lo alto para enfrentar siempre lo difícil. Por eso en el tercer poema, él más explícitamente se define como un rebelde, inconcluso, en cuanto siempre está atento al advenimiento de un bien que el mundo en que le toca vivir no permite que llegue a los hombres.
Julio César Ibarra fue un combatiente enconado en tiempo de la dictadura y por eso también una víctima del terrorismo de Estado, por eso La Montaña le mostró en esos tiempos que el cielo que soporta sobre sus espaldas fue entonces como el descrito por Lao Tse, pues según él, cayó en los patios de la universidad, aplastando a muchos inocentes poetas hermanos suyos.
Pero da la impresión que este poeta, que deplora los crímenes del poder sobre sus hermanos, le atribuye a su verbo poético un poder también como el que en la antigüedad tuvieron los poetas, el de mutar las cosas, incluso la geometría misma del territorio.

Cuando me muevo, la tierra se desgarra.
Todo cambia, recreo la geografía
Rebalso los ríos
Atemorizo el cielo.

Por su calidad de combatiente él no conoce la paz, sino en ciertos momentos de misericordia.
Eso me recuerda lo que una muchacha judía del ejército israelí me dijo una vez en Europa La felicidad es para los chanchos, nosotros tenemos una misión.
Pero esta montaña que soporta un cielo ambiguo, que incluso miente, confiesa no ser tan firme como a veces pretende ser, tiene un interior oscuro, donde yacen muchos pájaros muertos. Vuelos frustrados digamos de él y de otros…
Confiesa desear a veces que esos pájaros, se transformen en cuchillos, como Pablo Neruda llama al río de tigres enterrados para despertarlos y conducirlos a la batalla de la venganza. Es una tentación de santa ira, que por ser tan violenta y ambiguamente santa él no la deja salir:
Hay días en que estos pájaros muertos resucitan
trepan por mis entrañas y quieren volar hacia
el ocaso convertido en cuchillos feroces
y yo cierro los ojos y nos los dejo huir.

Es notable su relación con la poesía. Da la impresión de que la que ama tanto y ella lo ama tanto a él como para que sean siempre una pareja en conflicto. Ella lo salva del laberinto en el que estaba prisionero
La poesía es como el polen en primavera
se me impregna en la piel
no puedo negarme a ella.
La maldita me espera siempre al anochecer…

Maldita como puede serlo una mujer muy amada, por el poder que adquiere sobre nosotros: Maligna, como le dice Pablo Neruda a Jossie Bliss

Se que se les entrega a otros, y voy
ella me pide a mis padres
y se los doy
luego son mis hermanos
y yo se los entrego
engendré hijos
y ella también intenta cobrar su parte…

¿Acaso la poesía para ser tal en nuestra vida requiere de tanto cuidado como para ser preferida antes que nuestros mismos seres queridos? La TENTACIÓN de ser un siervo del esplendor de la belleza.
Mi finado amigo Tomás Lefever, gloria de la música chilena, me hablaba casi temblando de esa tentación. Me decía: a veces estoy escribiendo, porque también era poeta, y el mundo se puede desmoronar y me vuelvo totalmente insensible a todo horror, a todo desastre. Es terrible, decía, eso de que algunos hombres puedan llegar a ser solo una modalidad del habla humana, debiendo sacrificar todo hasta que sus vidas puedan llegar a ser un puro caos.
Pero si su tentación es grande, su conclusión sobre este conflicto no es menos sabia

La poesía es una gran puta
con apariencia de niña buena.
Pareciera ser por sus huellas
que solo se entrega y florece
para los hombres verdaderos.
Los demás
somos unos pobres desquiciados.

La poesía como tentación del hombre inconcluso, que poco tiene para oponerle a su seducción. Parece que Julio César quisiera decirnos que seguir lo que él llama La Biblia de Huidobro, es decir llegar a ser un pequeño dios, por el acto de crear, él y otros lo han pagado quedando indefensos frente a los verdugos del sistema

Nos condenaron –dice- al infierno
que para ellos es la vida.

Afortunadamente las relaciones de Julio César Ibarra con la poesía no son solo literarias. Si así fuera solo jugaría con la verdad a que las palabras apuntan y en ese juego a él no le habría faltado talento como para haber llegado a ser un astuto promotor de sí mismo, un vanidoso del buen decir. No, su relación con la poesía no privilegia el buen decir sobre la experiencia de la verdad. En el séptimo poema dice

Ellos me miran… y yo los miro
y no veo más que desierto
al igual que Juan, espero al Hijo del Hombre.
Ahí, ante mí, está el desierto
Yo soy Juan, el Bautista
buscando a mi pueblo.
  Me busco a mi mismo en los ojos de los demás
  pero solo veo desierto.

Más adelante dice que todos ellos se buscan solo con los sentidos, porque lo que falta es el Hombre con mayúscula, alguien como Jesús se entiende, como Gandhi, para tenerlo más al alcance de la mano. Porque ni él, ni el Águila ni el Lupus, sus amigos más cercanos, tenían entonces suficiente humanidad como para ser llamados hombres, como él lo concibe.
Mis experiencias con la Verdad, denominó el Mahatma Gandhi a su autobiografía. Lo digo porque este libro de buena poesía trasunta una preocupación fundamental en su autor por hacerle frente a la verdad, consciente del precio que se paga por tal enfrentamiento.
En el I Ching, o Libro de las mutaciones de Confucio, hay un pasaje en el que se alude al destino de ciertos hombres a quienes el cielo persigue sin darles tregua y a veces con métodos que hasta pueden ser calificados de crueles. A este respecto Confucio comenta que ese tratamiento tan duro y severo se debe a que el Cielo quiere obtener algo trascendente de esos hombres, quiere sacarles trote como se dice en Chile.
Conozco a Julio César Ibarra, pero ignoro tanto como él mismo lo ignora, qué hará en lo sucesivo con el tesoro interior que constituye su potencial de nacimiento. Mi atracción y mi respeto hacia su persona residen justamente en su búsqueda vivencial de lo verdadero y auténtico. Yo no tengo dudas respecto a él en el sentido de que haya en su persona una cierta dosis de eso que Jung llama justamente Persona, o sea una máscara en griego, apariencia tras la cual se oculta algo que no queremos revelar a los demás para sacar provecho de la simulación. Si hay algo que caracteriza a Julio César Ibarra es su transparencia. No digo con eso que todo en él sea claro como un cristal, sino que así como él se presenta ante nosotros, asimismo es por dentro. Eso se llama autenticidad y es la base de lo que Confucio llama la Inocencia, palabra que nada tiene que ver con la ignorancia, sino con la veracidad.
El conoce a sus enemigos, lo que ya es bastante, muchos de los cuales se hallan dentro de él. Hay una honestidad fundamental en reconocerlo, hasta el límite de incluir entre ellos a la locura. Con el coraje de mirarla al rostro y ver cuán fea , vieja y resentida es, pero también, cuanta liberación trae al suspender
las convenciones que nos reducen a una existencia gris, cuando miles de palomas se retiran del mundo.
Ella es una iluminada
ella lo sabe todo,
ella puede leer en el corazón de los hombres
solo ella conoce la verdad.
Yo dependo de su voluntad
y su voluntad es una maldita tirana.
Es la demencia que ingresa en mi vida
lanzándome a vivir en el desierto.

Parece que el poeta quiere así darnos una especial versión con un ingrediente trágico de ese refrán de todos conocidos que dice: Los niños y los locos dicen la verdad, y por decir la verdad, por desear la verdad, por perseguir a la verdad, los que lo miran quieren saber por qué camino hacia la muerte.
Todos los grandes testigos de la verdad podrían decirle a los demás hombres algo semejante.
Como la cuenta regresiva del que va morir, Julio César, cuyas ganas de vivir son su mejor garantía para  mantenerse lleno de vida, hace el inventario de lo que ha aprendido en su poema El inventario de lo que se. Son muchas cosas, desde las volutas de humo del fumador hasta, comillas Se escribir un poema y se para qué sirve. Se conferirle dignidad a una ropa desgastada, se cuando no hay alternativa. Se que no puedo escapar.
Cuantas veces el poeta quiso escapar de su condición de hombre siempre abocado a lo difícil, pero siempre sobre la convicción de que quien se compara con lo que ellos son para definir como:
Ellos son poderosos dueños del pensamiento
nosotros somos hijos del sentimiento.
Ellos son los señores del orden jerárquico
nosotros queremos crecer entre hermanos.
Ellos son dueños de las cosas
nosotros vivimos de las palabras.
Nosotros no abandonas nuestros sueños
Ellos son seres pragmáticos
pero cada día que pasa
nosotros y ellos nos parecemos.

Para quien ve a la familia humana dividida de este modo no hay escapatoria. La felicidad vendrá muy esporádicamente como un  bálsamo en momentos de excepción, porque la situación se agrava, pues estamos corriendo el riesgo de parecernos cada vez más a ellos… Y ante ese peligro el combatiente no tiene escapatoria, pues debe redoblar la energía de sus propósitos, debe renovar sus compromisos con la verdad.
El campo de su posibilidades parece estrecharse y si ya no puede movilizar masas contra la tiranía, porque nos dieron la libertad, porque nos permitieron dormir sin el temor de sus sicarios interrumpieran nuestro sueño, solo quedan reducidos espacios para realizar nuestro sueño
Porque quiero cambiar de actitud
porque quiero amar al prójimo,
Aunque solo lo haga en mi hogar
aunque solo lo haga con mis hijos
aunque solo lo haga con mis amigos
aunque solo lo haga en el trabajo
aunque solo lo haga en la calle
aunque solo lo haga con un desconocido
aunque solo lo haga con mis enemigos.

Este poema cuyo contenido comento, me trae a la memoria otro pasaje del libro del Tao de Lao Tse, en el cual el sabio describe un proceso del cultivo de la virtud en el hogar, en la comuna, en la región y en todo el imperio. Y el poeta, al parecer sin darse cuenta, ha comenzado el itinerario por sí mismo y los suyos, hasta abarcar a los adversarios, como lo hizo Gandhi. Por eso en su poema siguiente Islas termina con la esperanza de que algún día seremos tantos que chocaremos y tendremos que vernos. Ese día escribiremos otro poema épico, y sino, moriremos con dignidad.
No está demás relacionar esta visión futura de Julio César Ibarra con la sorpresa que nos están dando las redes sociales a través de todo el mundo, donde son tantos los que se rebelan por las mismas razones de nuestro poeta, que ahora chocan y viniendo de lugares tan diferentes, no pueden menos que verse ahora y tocarse, y tomar conciencia de que su meta final es una sola, mientras se perfila veladamente el hecho de que eso en Santiago, Madrid, Irlanda, Medio Oriente, Paris, parece estar configurando un nuevo poema épico.
Ya no tendría Julio César Ibarra más razones para encolerizarse, por eso da la impresión que la Furia él se la sacó del corazón

A veces me siento atrapado al centro del huracán
Esa eres tu furia
¿Cómo he osado quererte?
Ahora sé algo más;
Tú no te has ido
Solo te has transformado dentro de mí.

EL MARGINAL
El ideal caballeresco del Ronin Samuray, independiente del caballero andante, del que logra solo en sueños su programa de héroe real y conquista a su reina y hace justicia a todos porque para eso fue investido de poderes que nadie tiene. Pero esa reina no existe más que en su imaginación, o en la imaginación de la compañera de turno.
El poema El marginal, es como una cumbre de esta montaña, el lugar de ella que se distingue por la blancura de la nieve, así como en la vida del guerrero, el encuentro con su reina imaginaria:

Ella es mágica, conoce los secretos de muchos
ha aprendido calmándoles el rumor del cuerpo
descubriendo que después de acabar los hombres hablan
de sus preocupaciones más profundas.
Así supo de sus aflicciones.
Aprendió a mitigar el dolor, a saber,
que hay hombres que hacen la guerra para encontrar su paz.
sabe que la paz, el guerrero no la encuentra en el lecho nupcial
sabe que las mujeres van y vienen en su vida
según el tiempo y la necesidad
sabe entrelazar su sueño con el guerrero,
soporta sus propias fantasías al laberinto claroscuros
del héroe excitándolo.

El libro A la sombra de la montaña, por su recurrencia en el tema parece un manual de la experiencia del hombre con las mujeres, destacándose la diosa blanca por su caprichosa ambigüedad de maestra en el arte de dar al hombre gozo y veneno.

Ellos ven a una Viuda Negra con sus albas piernas
enredándolos, haciéndoles recular en su cueva moral.
Ellos están dispuestos a morir después de acabar en su vientre.
Es que morirse en ella bien vale la pena.
Hay hombres que nunca han gozado de este privilegio
y hay mujeres que nunca se atreverían a sentir como ella.

Abunda la palabra maldita para la mujer seductora, la reina imaginaria, como abunda la palabra maldita para la poesía, que se entrega a algunos pero no siempre que ellos la buscan para poseerla.
Solo hay una cumbre del amor en su libro. Un punto de luz del género femenino que él no puede maldecir ni acusar de doble juego, de perfidia. Es el poema El parque Bustamante, que me permitiré leer en su integridad:

Hoy camino por el parque junto a mi mujer y a mis hijos.
mi hijo y mi hija juegan en el tobogán de la plaza:
ríen felices.
Mi hija tiene dos años y medio, pronuncia la palabra árbol
la palabra pájaro
la palabra cielo.

Mi hijo tiene dos años y medio, sube, una y otra vez
por la escalerilla del tobogán
y se deja caer resbalándose por la pendiente
mientras su madre sonríe preocupada…

Mi alma besa a mi mujer,
acoge las palabras de mi niña
y se lanza con mi niño por el tobogán.
Mi alma iluminada.

Ayer, el mismo parque y los mismos árboles
me ven caminar, vagar, desolar, aridar, enloquecer,
destinar sin rumbo fijo
disparar un tiro en las sienes de mi vida
Mi alma oscurecida.

¿Cuánto tiempo ha pasado entre un momento y otro?
¿Horas, días, años…?
Solo una mirada nazarena ha bastado…

Cabe preguntarse al leer esto, ¿fue acaso una premonición? Nuestro Julio César Ibarra está ahora en la tercera estrofa de su poema “Parque Bustamante”, y su alma como nunca iluminada. De esos muchos podemos dar fe.

viernes, abril 22, 2016

Elejía a Joaquín Niemann

Joaquín era un niño de seis años, murió en un accidente el domingo por la tarde. Había estado jugando con su padre y sus hermanos, se quedó solo diez minutos, y su vida se apagó. Su padre, Claudio Niemann, en su funeral expresó penosamente "Joaquín era el corazón de nuestra familia". Lo sobreviven cuatro hermanos, su madre y su padre.

La muerte, sorprende a cualquiera, dónde quiere, cuándo quiere y cómo quiere. Dejándonos sin una explicación lógica, solo con la esperanza de volver a encontrar a nuestros seres queridos algún día. Para los que creen en la vida eterna éste es solo un momento de tribulación que ya pasará, un dolor que sirve para purificar el alma de los que quedan en la vida. El plan de Dios en toda su extensión y profundidad.

Para los que no creen, éste será un momento doloroso que los acompañara toda la vida.

¿Qué nos une a los muertos y a ellos con nosotros?  Solo el amor. El amor que se nutre de la verdad, la sustancia del ser, que trasciende nuestra peregrina existencia. El lazo que une nuestros corazones hasta que nadie nos recuerde, y nos disolvamos en el viento del tiempo.

La muerte de Joaquín nos duele a todos. Yo fui profesor de su padre, en el Patrocinio de San José, cuando éste era apenas un muchacho. Lo conozco, sé cuánto ama a su familia, sé cuán feliz es cuando va de excursión o de campamento con sus hijos, sé que que es feliz en su iglesia, sé que está bien en su trabajo, sé, que por sobre todo, ama a su mujer. Es un árbol que da cobijo a muchos, que ahora tendrá un ángel en el cielo, una luz en el desierto, que lo ayudará en los momentos difíciles a encontrar el rumbo.

La felicidad no es permanente, hay que intencionarla. La tristeza tampoco es imperecedera, se transmuta en otras emociones. Así, la vida  es cambio y permanencia. La familia de Claudio recién comienza el duelo, piden de sus amigos que no los dejen solos, necesitan beber de la amistad, como de otra fuente de amor.

También pido a los muchachos que crecieron juntos con Claudio, los patrocinianos, con los cuales celebramos hace un tiempo,  veinte años desde que salieron del colegio, que sé que siempre están presentes en el chat, con sus chanzas y quehaceres, que por este tiempo al menos, sean un soporte más para enfrentar este difícil momento.

Yo, por mi parte siempre he estado ahí para él y siempre lo estaré.



miércoles, junio 17, 2015

Cuando tenìa 50, hoy tengo 57 y sigue tocando el mismo disco.

Yo pisaré las calles nuevamente, cantaban Pablo Milanés y Víctor Manuel y nosotros nos emocionábamos hasta el llanto. Hoy han pasado ya 18 años desde el momento en que recuperamos la democracia para nuestro país. Y al escuchar la misma canción con los mismos cantantes ya no siento lo mismo. Y sin embargo, siento lo mismo, pero de otra manera. Esas canciones se fueron metiendo en nuestras almas y se convirtieron en la poesía cotidiana con la que nos enamoramos y criamos a nuestros hijos. Después de 20 años, esas ideas y sueños parecen que han envejecido y nosotros con ellos, hoy tenemos una historia de amor que contar o no la tenemos, el rostros de nuestras mujeres tiene arrugas y su vientre ya no es liso, como cuando nos conocimos y nuestro rostro descansaba en en esa almohada sueve y tersa. Hoy día están los hijos e hijas, el trabajo cotidiano, las enfermedades reales o imaginarias, y la revolución que nunca llegó. Lo que construimos fue una democracia con cambios progresivos, mas una democracia para todos, incluso para nuestros enemigos, es la democracia más humanista que he conocido y al mismo tiempo la democracia del Dios más vivo que siento.

Cuando vivíamos bajo la dictadura, era difícil pensar en la familia propia y en los hijos propios, era difícil pensar en un mañana sobre todo para los que luchábamos todos los días para que se acabara la opresión. Veinte años después, viendo a los políticos de la Concertación y el abuso de poder que cometen todos los días en contra de los ciudadanos, cualquiera pensaría que el general Pinochet tenía razón cuando hecho abajo esa "vieja democracia". Estos tipos no cuidan lo que nos costó tanto reconstruir, y tienen la patudez de apropiarse de algo que es de todos y todas.

Si alguien lee la historia oficial, podría pensar que el pueblo nada hizo durante los años más oscuros de la dictadura, que todos esperábamos que los líderes políticos de la Concertación los que nos abrieran los ojos y nos condujeran hacia la libertad. Lamentablemente, fue al revés, nosotros, el Pueblo, hicimos lo que teníamos que hacer en las parroquías, las poblaciones, en las universidades y finalmente en el mundo del trabajo. Fue el esfuerzo de muchos lo que obligó a estos jerarcas a dejar de lado sus rencillas personales y a establecer las bases para una coalición que diera gobernabilidad al país.

Todos teníamos claro que no queríamos una dictadura, a estas alturas creo que la gente de la derecha tampoco la quería, pero qué era lo que todos querían: ¿una democracia? o ¿una revolución?

Unos queríamos una democracia y otros una revolución. Éramos más los que queríamos democracia y muchísimos menos los que querían una revolución. En mi caso a los veinte quería una revolución, después de que renuncié al Mapu, el Partido de los Trabajadores, rápidamente me incliné por la democracia. La revolución proletaria es para los proletarios y su partido elegido y no para el resto de la humanidad y yo soy parte de esa lesa humanidad. Lamento haber confundido a alguna amante o algún amigo que pensó que yo podría ser un verdadero revolucionario. No lo soy y nunca lo seré, soy un hombre y un ser humano y eso es lo que he querido ser en la vida, compartir el aire que respiro con todo aquel que como yo lo necesita para vivir, me gusta vivir y dejar vivir.

Me sublevo frente a la injusticia, no porque sea un revolucionario, sino porque soy una persona y veo en los otros una parte de mí, un pedazo para cuidar o para sanar, para querer o para odiar. Mas la humanidad me enseña que nadie es dueño de toda la verdad y que el amor es el mejor criterio para medir a los hombres y mujeres que pueblan nuestra vida.

Digo esto en los momentos en que la Concertación cumplirá 19 años en el poder, años en que nos han enseñado lo bueno de los sueños y lo poderoso y difícil de dominar que es el poder. La Concertación pacificó el país, nos dio estabilidad social y personal, dibujó un país normal para nosotros y mientras esto ocurría con el beneplácito de la mayoría de los ciudadanos, los dueños de los partidos políticos, sus amantes, sus secuaces y sus hijos se iban apropiando del Estado, de la organización que es de todos nosotros, el patrimonio de las familias de Chile, muchos han comenzado a creer que las dependencias del Estado son patrimonio de sus familias y su partido político.

Por eso, en estos tiempos es difícil recordar quiénes somos, por qué luchamos... porque un cáncer innombrable se apoderó de nuestras historias de lucha y de dolor, de reivindicaciones y de sueños, haciéndole creer a todo el mundo que sin ellos y ellas la democracia no existiría y nosotros seríamos unos parias en manos de una dictadura atroz. Se olvidan que ellos y ellas están para servir a los ciudadanos y las familias que somos nosotros, ellos son nuestros servidores y no los amos, hace 200 años que hicimos una revolución para separarnos de España y formar un República, una pequeña pero hermosa República, un lugar para los valientes y sus familias, un lugar para los cobardes y sus familias, un hogar para todos: europeos, asiáticos, americanos o africanos, esta es una tierra para acoger a todos, y ustedes señores y señoras no tienen el derecho a apropiarse de esta tierra prometida.

Hoy este país necesita que todos sus hijas e hijas nos sintamos orgullosos de lo que hemos construido, necesitamos sentirnos como una gran familia de nuevo, con hijos con personalidades y carácteres diversos, con padres y madres que aman a sus muchachas y muchachas por ser lo que son y no porque reciben medallas o premios, o porque son brillantes... porque por cada medalla recibida hay cien que no la reciben, por cada ser brillante hay mil que son opacos, por cada reina de belleza, hay millones de no-reinas... y ese no es la tierra que queremos. O hay amor para todos o no hay amor para ninguno.


martes, mayo 26, 2015

Oración por Rodrigo Avilés Bravo: herido por carabineros el 21 de mayo.

Oración por Rodrigo y Félix


Vicente Parrini Roses

Hace un par de años, jugando una pichanga, en ese entonces un rito ineludible de todos los miércoles a las 9 de la noche en una cancha de El Aguilucho con Holanda, mi amigo Félix Avilés sufrió una lesión que lo obligó a salir del juego y, según supimos con tristeza después, dada la gravedad del accidente, a colgar los botines para siempre. Creo que todos lamentamos su ausencia y también la de su hijo Rodrigo que se sumaba a veces a los partidos. Mientras jugamos juntos pude disfrutar de su buen humor y también de su calidad humana. En varias ocasiones, cuando por frío o lluvia no pude llegar hasta la cancha en bicicleta, Félix me ofreció encaminarme en su auto. Al final terminaba llevándome hasta el barrio Brasil para después devolverse hasta Ñuñoa. Un pique considerable, que yo trataba de reducirlo, diciéndole que me dejara en algún paradero para tomar el Transantiago, pero que él insistía en recorrer completo, para cumplir con su deseo de dejar al amigo Parrini en la puerta de su departamento. En un par de oportunidades lo acompañó Rodrigo. En el trayecto me contó que estudiaba letras y se refirió a su amor por la literatura, a sus compromisos y a sus proyectos sencillos (tan sencillos y buenos como el corazón del padre y del hijo).

Hoy me encaminé cojeando como veterano de guerra (me lesioné un menisco en otra pichanga, ahora de los viernes, porque me resisto a dejar las pistas como lo tuvo que hacer Félix) hasta la iglesia de los Capuchinos en Cumming con Catedral, a unas cuadras de mi refugio. Me encontré por casualidad con que se estaba celebrando la misa del Pentecostés. La iglesia estaba atiborrada de gente del barrio, de inmigrantes, de ancianos, de gente modesta que cantaba los himnos con entusiasmo y veneración. Sentado en una de sus sólidas bancas de madera, oré por mi madre que fue velada allí el 15 de agosto pasado y a quien extraño demasiado. También oré por Félix y por Rodrigo. Pedí por la recuperación del hijo y porque la serena firmeza del padre se mantenga durante la vigilia. Me puse en su lugar y me recorrió un escalofrío. Me dio pena, mucha pena, una tristeza pavorosa de que tengamos que volver a revivir estos dolores. Quise escribir estas palabras para que Rodrigo y Félix sepan que estoy junto a ellos y anunciarles que ya nos reuniremos de nuevo en la esquina de algún barrio a jugar a la pelota como cuando éramos niños.


miércoles, septiembre 24, 2014

Acerca del Proyecto: "Reconstrucción del mundo" por Julio César Ibarra


Pequeña historia de un reencuentro
 (publicado en Ciberokupa, en 2001)

Un día, comenzamos a soñar con reunir a compañeros y compañeras con los cuales habíamos compartido experiencias y sueños colectivos en el pasado. Lo hicimos, y nuestra primera forma de reencontrarnos giró en torno a la valoración de las experiencias significativas de cada quien, tanto las que evocaban vivencias pasadas como las que referían a experiencias vividas en este nuevo tiempo.

Una vez que iniciamos ese camino, nos reconectamos por un lado con una historia colectiva de la que cada quien fue y es un fragmento. Al contar cada uno su historia personal, mostrando a otros un relato en el cual hemos seleccionado lo mejor y más sentido de nuestra vida, nos hemos llenado de emociones, que en algunos casos habían quedado en nosotros como el agua estancada, pero también advertimos que esos elementos del pasado no se perdieron sino que se transformaron en otra cosa.

La realidad que hemos vivido estos últimos años nos ha enfrentado a desafíos nuevos para los cuales hemos tenido que construir respuestas conceptuales y estrategias nuevas.

Quizás una de las cosas más complejas ha sido la revisión de nuestras ideas, o más bien, de los marcos cerrados en que ellas habitaban. Esos marcos, ideologías de distintos tipos, han ido perdiendo la certeza absoluta que tenían en otros tiempos y ya no nos ofrecen verdades y recetas de cómo el mundo es y tiene que ser. Por ello es que cada uno de nosotros se ha visto en la necesidad de buscar desde su propia experiencia y sentir las respuestas que en el caso anterior estaban dadas por una cosmología ideológica.
Reconocer esto último, ha representado un acto de valentía, pero también un acto político de innegables consecuencias.

Así, nuestras emociones se han hecho con los años más profundas, más complejas y al mismo tiempo más simples y sencillas y hablan de la germinación en nosotros de una visión del mundo que se caracteriza por poner el cuerpo como centro articulador de lo real, un cuerpo se inserta en un contexto y que es sostenido anímicamente por una historia personal. Esto nos permitió reconocer que nuestros fragmentos de historicidad contienen una riqueza singular: la existencia de una capacidad social y política que en gran parte ahora esta en desuso, pero que contiene una fuerza, un sentido, el proyecto de un otro mundo.

Así, en la historia de las ideas relatadas por los compañeros, aparecen los pensamientos de raíces diversas: cristiano, judía, masón, socialista, marxista, crítico racionalista y otros que son más difíciles de clasificar en grandes categorías. Poner en juego estas diversas matrices -sin negarlas ni suponerlas- ha sido importante, pues nos advertía de la imposibilidad de llegar a un acuerdo dictado por la razón de los conceptos o la lógica de las ideologías. Sin embargo, a partir del relato vivencial de cada uno sabíamos que teníamos posibilidades de definir acciones comunes con un sentido estratégico que nos englobara a todos. En base a la fuerza de este reconocimiento optamos por definir una plataforma común que nos permitiera experimentar con la realidad para que desde ésta y de lo que nos suceda a nosotros armáramos un camino.

Para experimentar con la realidad social -y con nuestras propias fuerzas- nos hemos hecho preguntas, entre ellas ¿a quiénes les puede interesar nuestras historias personales y colectivas? ¿cómo ven las personas, y sobre todo los jóvenes de hoy, el proceso social y político que se vive en nuestro país? ¿cómo representan en sus mentes esta nueva realidad social que vivimos y sufrimos? ¿qué valoran de sus vidas y de la vida de los otros?

Luego de largas reflexiones acerca de con quiénes trabajar y relacionarse, las primeras respuestas estuvieron orientadas hacia las nuevas generaciones, a los jóvenes. ¿Por qué hacia ellos particularmente? porque pensamos que gran parte de las generaciones adultas están desesperanzadas y han aceptado la actual realidad como algo estático, incambiable, porque falta en ellos la fuerza personal para replantearse la vida y comenzar de nuevo. Esto es así en el mundo político y sindical, en el mundo de las profesiones liberales y de los oficios, en el mundo de la educación, y en el seno de las familias chilenas.

Aparentemente, las grandes preocupaciones de la gente pasa por la obtención y manutención de trabajos bien remunerados -aunque para ello tengan que aceptar las exigentes condiciones de la propuesta económica neo liberal- lo cual es atendible, ya que sin un trabajo con estas características las posibilidades de tener seguridad social: salud, educación y pensiones son escasas. A pesar de esto la inseguridad y los cambios vertiginosos se han instalado en la vida de los ciudadanos, lo que ha afectado el ánimo de la gente y las ha llevado a preocuparse -casi exclusivamente- de sus proyectos personales en desmedro de la construcción de ciudadanía y de espacios democráticos.

Muchos jóvenes, en cambio, experimentan el abandono de las generaciones que los preceden. En muchos casos, sus padres y madres están más preocupados de trabajar para el sistema que de entregar tiempo para construir relaciones de afecto profundas. Por otra parte, muchos adultos se refugian en el trabajo para no tener que responder las preguntas de sus hijos e hijas, porque habitualmente ellas apuntan a cosas esenciales de la vida: Papá ¿por qué hay tanta desigualdad social? ¿por qué reclamas tanto en la casa y todo eso no se lo dices a tus jefes en el trabajo? ¿por qué hay tanta delincuencia? ¿qué es la felicidad? ¿qué es el amor? ¿por qué tú y mi mamá trabajan tanto? ¿para qué?

Quizás estas preguntas sin respuestas, los estén llevando a desconfiar cada vez más del mundo de los adultos -especialmente del mundo político- Cada vez más los jóvenes cuestionan el principio de autoridad, en todas partes: en el hogar, en las escuelas y en las universidades, aunque un número importante de ellos se dejan seducir por el proyecto cultural de los poderosos grupos que controlan nuestra sociedad. A pesar de esto, se están preguntando si esta es la vida que quieren vivir cuando a su vez estén físicamente maduros para vivir la adultez.

Es por estas razones que pensamos que es necesario hacer germinar un nuevo tipo de formación para los jóvenes. Concretamente, pensamos en escuelas, espacios en donde podamos reflexionar acerca de las preguntas esenciales de la vida. Escuelas en donde recuperemos la capacidad de filosofar, de reflexionar desde nuestros cuerpos acerca de qué es la realidad y cómo la representamos y la construimos en nosotros mismos. En cierto sentido, este propósito va en una dirección distinta a la actual reforma educativa que se vive en el país, ya que ésta se orienta fundamentalmente a desarrollar competencias para la vida, entendidas como la manera de desarrollar en los educandos las capacidades para insertarse en una sociedad productiva, como ciudadanos activos, pero en donde el Estado y el capital determinan el tipo de currículo y establecen las condiciones laborales y valóricas, sin la participación de la gente que asume y vive las consecuencias del modelo económico y social impuesto.

Nuestra intención es aportar una visión del ser humano que puede, si quiere, enfrentar críticamente la maquinaria estatal y los designios Del capital, crearse los espacios para desarrollar una vida rica en espiritualidad, creación y afectos, desatar una fuerza social y política con alto grado de autonomía e inventar formas de autogestión, incluso económica, entre otras cosas.
Para ello, necesitamos plantearnos audazmente, sobre todo ante nuestros compañeros.

Tiempo para la construcción de nuestros sueños

Una de los principales mitos -generados desde el sistema liberal- es que "el tiempo es oro", nosotros sabemos que el tiempo es un constructo humano y lo que le proponemos a nuestros compañeros es que "es necesario entregar tiempo para la construcción de nuestros sueños". Es por ello que decidimos convocar a profesionales, artesanos, artistas, obreros, en definitiva a personas que quieran aportar algo, no importa cual sea su oficio, a realizar un trabajo social en el cual puedan implementar aquellas iniciativas que en sus respectivas instituciones o trabajos no pueden realizar. Muchos de nosotros trabajamos en el contexto de la oferta y la demanda, en donde lo que hacemos -aunque lo hagamos muy bien y los productos sean los mejores- pertenece al demandante, somos meros funcionarios y tenemos muy poca ingerencia personal sobre el impacto social que ello genera. Muchas veces, sobre todo en el mundo de las ciencias sociales, establecemos relaciones con las personas y las organizaciones que no podemos continuar porque los proyectos están limitados -por efectos de su financiamiento- a un tiempo determinado.

Es así como el mercado y los demandantes, se apropian del espíritu de nuestro trabajo. No somos dueños de lo que hacemos porque trabajamos para los burócratas, que a su vez responden a los lineamientos de las políticas globales acordadas por el gobierno y el capital.

Pensamos que la única forma que tenemos de apropiarnos de lo que hacemos y que esto se transforme en una acumulación social y política, en manos de comunidades de personas organizadas por un sentido colectivo, es que inventemos otros espacios en donde el trabajo sea concebido como un acto de creación, un acto ético y político.

Esta forma de trabajo la concebimos en directa relación con las personas que viven y trabajan insertos en la base de la sociedad, allí en donde están los trabajadores, los pobladores, los niños y niñas de la calle. Pensamos que en la medida, que utilicemos los conocimientos que nos entrega nuestra propia reflexión acerca de la ciencia, la tecnología y el conocimiento epistemológico para conectarnos con la vida de las personas que no tienen los recursos para contratar nuestros servicios, o no están insertas en alguno de los espacios que el Estado a generado para la participación social, construiremos un conocimiento sobre nosotros mismos y generaremos una fuerza social y cultural que nos permitirá convertirnos en sujetos históricos, dueños de nuestra vida y destino.

A la conquista del mundo

Otro desafío importante, que comienza a tomar fuerza entre nosotros dice relación con la trascendencia de nuestra realidad nacional, con ir más allá de nuestras fronteras a conquistar amigos y amigas en el mundo.

Hasta ahora, el financiamiento de los proyectos sociales en el país ha estado vinculado al Estado o a la empresa privada. En los tiempos de la dictadura, estos eran financiados por fundaciones o agencias internacionales que invertían recursos para que en Chile sobrevivieran las instancias o los enclaves democráticos, que posteriormente serían los que producirían los intelectuales y los burócratas que se hicieron cargo de la transición democrática. La situación actual ha variado sustantivamente.

Los gobiernos de la concertación han hecho una alianza estratégica con la mayoría de las organizaciones no gubernamentales (ONG), y con ello el pensamiento crítico se ha moderado en detrimento de la construcción de una fuerza social y política autónoma de los partidos políticos y del sistema económico. Es así como actualmente las ONG proveen habitualmente de técnicos y tecnócratas al gobierno para diseñar, implementar y evaluar "sus" políticas sociales.

Por otra parte, el gobierno de Chile, como todos los gobiernos de la región, ha iniciado un complejo sistema de acuerdos y relaciones políticas y comerciales con los países desarrollados y de la región que determinan la política interna. Sabemos que muchos de los indicadores de desarrollo son elaborados por los bancos internacionales, que ejercen un poder y un control incuestionable sobre la política económica oficial.

Los centros académicos y las universidades también se han adaptado mayoritariamente a este nuevo contexto. Para ellos y ellas vincularse a las políticas del Estado significa recursos y financiamiento para cumplir con sus fines. Debido a ello es que los académicos e investigadores -que representan la masa crítica del país- han optado por refugiarse en ghettos, pequeñas universidades, desde donde obtienen algún financiamiento para publicar sus trabajos y difundir su pensamiento. Este último adquiere el carácter de un pensamiento independiente, pero muchas veces sin un impacto social, especialmente porque sus reflexiones no son convertidas en práctica social, en acciones políticas.

La izquierda extraconcertacionista, por su parte, no ha sido capaz de desarrollar un pensamiento alternativo al modelo socialista demócrata-demócrata cristiano. Hay un vacío entre la reflexión política y las acciones emprendidas por grupos autónomos desde la base social.

Pero lo que nos interesa aquí es relevar el hecho de que el modelo vigente se nutre de intelectuales, técnicos y burócratas que se han formado -por lo menos los más importantes- en Europa o los Estados Unidos. En el caso de los que se han formado en el país, estos lo han hecho siguiendo los modelos oficiales para el sistema occidental. De esta manera, el sistema ideológico es controlado por los partidos políticos, la banca o el capital (el cual posee la propiedad de la mayoría de los medios de comunicación y de las editoriales del país).

Pareciera entonces que el sistema ideológico es inviolable. Pero hemos descubierto que esto no es así. Si el principio de que el trabajo es un acto creativo, ético y político funciona para nosotros también debe funcionar para otros hombres y mujeres en otras partes Del mundo. Sabemos que en Europa hay intelectuales y personas de todos los oficios que cuestionan su "maravilloso" sistema, incluso a nivel político se habla del "tercer sector", fenómeno que sería muy interesante de conocer en su extensión y profundidad, pero para esto necesitamos contactarnos con personas e instituciones no oficiales, que al igual que nosotros se están levantando experiencias sociales y políticas alternativas a la política oficial de sus respectivos Estados.

Parece imperativo, hoy día, buscar amigos y amigas en el mundo. Gente con la cual poder conversar y compartir experiencias, personas que han estado de una y otra manera vinculadas a nuestra historia. El Internet ha sido un instrumento clave para este descubrimiento, experiencias como las del movimiento zapatista en México, o la de los OKUPA en Europa, o la misma experiencia de los haker que han liberado innumerables documentos e investigaciones científicas secretas que han representado millones de pérdida para los laboratorios multinacionales en beneficio de la humanidad, son algunos de los ejemplos que podemos señalar.

Pero el Internet es sólo un instrumento, los espacios comunes y la conversación cara a cara es lo fundamental. Es de este modo como podremos construir un nuevo tipo de conocimiento y nuevas formas de organización social y políticas. Tenemos que juntarnos en algún lugar del mundo, una vez y muchas veces, armar redes, generar plataformas comunes. No debemos olvidar que en el campo adversario los poderosos si están organizados e imponen sus lineamientos en todas partes del mundo.

En resumen

Hemos iniciado un camino complejo, en el cual la conversación y el diálogo con el otro para la reconstrucción del mundo es lo fundamental. Pero no debemos olvidar que el cómo lo hagamos es esencial, porque aquí no se trata de buscar fórmulas para las "masas". Precisamente queremos rescatar la originalidad y la singularidad de la persona humana y de cada comunidad.

Tenemos todo el tiempo del mundo en la medida que nos vamos apropiando de nuestras vidas. La pregunta que queremos responder es ¿para qué quiero tiempo? ¿para vivir o morir? Si somos justos diríamos que para las dos cosas. Lo importante es que estos dos actos constitutivos de la especie tengan sentido para quién los vive.

Mas también sabemos que las respuestas no las encontraremos solos. Las preguntas y las respuestas las daremos con otros. Cuando nos encontramos con los demás comenzamos a construir un mundo basado en el respeto y el amor al prójimo, pero para ello necesitamos descubrir cómo es el otro, cuál es su historia, cómo se ha formado y no suponerlo, a partir de un rol, un oficio o una categoría social. Si nos damos el tiempo para descubrir a los otros, nos descubriremos a nosotros mismos en ese acto. Así sabremos quiénes somos, de dónde venimos, a dónde queremos ir y con quiénes.
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