miércoles, diciembre 19, 2012

"A la sombra de la montaña" por Patricio Hidalgo Gorostegui

Patricio Hidalgo Gorostegui 



A la sombra de la montaña

            Dice Sergio Pitol que uno es “los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas”. Todos tenemos un pasado y en algún sentido somos ese pasado proyectado en el presente. Eso no significa que estemos anclados en los recuerdos. Quiere decir que desde que nacimos venimos recorriendo un camino con toda persistencia, por más azaroso que se nos presente a la vista cuando volteamos a mirarlo.  
            El camino de Julio César Ibarra es en varios sentidos digno de ser compartido. Volví a verlo un par de años después de haberlo conocido, presentando su libro “A la sombra de la montaña”, hace un par de semanas. Allí estaba la mirada vivaz, la voz aplomada, el humor como una carta de presentación. Manejaba con destreza una silla de ruedas que un par de años antes no era para él siquiera motivo de pensamiento. Yo sabía de su accidente, no de su estado actual. “Tetrapléjico”, es la palabra que nombra lo que le sucede. El 21 de abril del 2011 una micro frenó de improviso, Julio César cayó como todos hemos caído alguna vez pero con una suerte perra. Se fracturó un par de vértebras y todo cambió para siempre, una vez más.
             Me acerco a pedirle que me firme su libro. Me sorprende la serenidad con que me propone una conversación. Tiene un timbre de tinta que le podría hacer más fácil la faena, pero se esmera en escribir de su puño y letra: “A Patricio con cariño. J.C”. La letra es trémula, morosa, como si hubiese sido escrita directamente con el corazón.
            Dos años antes, Julio César me recibió en su casa, no lejos de donde presentó su libro. Yo estaba escribiendo sobre Gerardo Whellan, el cura de la película “Machuca”. Las historias de ambos se cruzaron en 1983, cuando en la parroquia de Lo Hermida del cura gringo un grupo de estudiantes del Campus Oriente iniciaron una huelga de hambre en solidaridad con compañeros expulsados de la Universidad. Julio César estuvo muy cerca de morir, después de casi 40 días de ayuno. Conversamos toda una mañana. Ahí me enteré del Partido Mágico del Pueblo, la idea que mejor lo representaba en esos años. Ahí me enteré también de su presente, de los proyectos en los que mezclaba solidaridad y literatura, educación y tecnología, trabajo con jóvenes estudiantes y al mismo tiempo con viejos a los que la muerte se les va acercando sin avisar, en hospederías repletas de solitarios como ellos.
            En el lanzamiento, un grupo de amigos que se cobija bajo el rótulo de “la generación del 80 del Campus Oriente” organizan un momento amable, inclusivo, sencillo, sin estridencias. Julio César lee, una amiga suya presenta, otra canta, decenas aplauden. Dan ganas de quedarse allí y expandir esa cápsula al menos algunas manzanas más.
            “Todas las mañanas del mundo / la leche hierve y se derrama caliente, / contenida por el tazón con café”. Así son los versos del libro. Palabras que no buscan oscurecer lo nítido, sino que esclarecerlo todavía más. Palabras que poetizan lo que sucede por inercia, lo que muchos pasamos por alto. Palabras que nos invitan a descubrir el misterio de que todas las mañanas del mundo sucedan todos los días, y nos sorprendan vivos y con la posibilidad de echarnos algo caliente a la boca.   

Patricio Hidalgo Gorostegui (1994),  es abogado y escritor.  Publicaciones: Daniel Hopenhayn y Patricio Hidalgo Gorostegui: “Give me a Break. Conversaciones con Diego Maquieira”. Editorial Universitaria, 2008; “Acto de fe. Testimonios de la vida de Gerardo Whelan en Chile”. Publicaciones de la Congregación de Santa Cruz; 2010; Francisco Mouat y Patricio Hidalgo Gorostegui: “Diccionario ilustrado del fútbol” Editorial Aguilar, 2011 y Edición corregida y aumentada del “Diccionario ilustrado del fútbol”: Lolita Editores, 2011.

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